Autor: Antxon Vega
1º de Ciencias Humanas
Aprovechando la oportunidad que nuestra dinámica y eficiente maestra nos brinda a través de este foro para compartir trabajos o experiencias, me atrevo a contar a mis queridos/as compañeros/as una pequeña batallita que viví en primera persona, y cuyo protagonista principal fue un personaje de actualidad, por cierto, bastante controvertido.
Corría el año del señor, también llamado Año Santo de 1993 - que, como muy bien sabéis, son todos aquellos en los cuales la festividad del Apóstol Santiago coincide en domingo - cuando un grupo de amigos nos lanzamos a la aventura de recorrer el Camino de la Estrellas.
La marcha, la iniciamos en el mítico Roncesvalles, testigo mudo de la historia, una radiante mañana de un 25 de julio, con la idea de llegar a nuestro destino el día 15 de agosto, como podéis comprobar dos fechas claves en el calendario religioso.
El Camino, por cierto una experiencia a nivel personal que os recomiendo a todos, transcurrió con total normalidad, salpicado de sudores, anécdotas y enriquecedoras vivencias, que contribuyeron a unir si cabe aún más al grupo.
Con el fin de recorrer los algo más de 20 km. que nos separaban de la tumba del Apóstol y llegar a Santiago holgados de tiempo para asistir a la misa del Peregrino, el último día madrugamos algo más de lo normal.
La mañana era radiante, la ciudad se encontraba a rebosar de visitantes, y el impresionante edificio románico de la catedral relucía con todo su esplendor.
Muy cansados, sudorosos, llenos de polvo y embargados por la emoción del momento accedimos al bello edificio románico, y nos instalamos como mejor pudimos a la espera del inicio de la Santa Misa. Un compañero y yo nos sentamos, por cierto muy discretamente, en un lateral de la escalinata por la que se accede al altar mayor.
Enseguida, apareció como un ángel justiciero, un cura rechoncho de los de antes del Concilio, que, con cara de pocos amigos, en un tono totalmente desagradable y con muy malos modos, nos expulsó de aquel lugar, "¡Fuera!, ¡Fuera de aquí!" - decía. Intenté vanamente explicarle a aquel buen hombre nuestro cansancio, pero por lo visto no debía de tener el sentido del oído muy desarrollado, porque no nos hacía ni caso.
Cuando resignadamente nos disponíamos a abandonar el lugar, apareció una negra, alta y espigada figura cuya cara se me hacía conocida; sin decir ni una palabra, con una sonrisa a flor de labios y una exquisita amabilidad, nos tomó del brazo a los dos y nos sentó en los sitiales ubicados en el altar mayor, al lado del evangelio y reservados a las grandes personalidades, en los cuales seguimos la misa, el vuelo del botafumeiro y toda la parafernalia de la ceremonia religiosa del día.
¡Bueno! Para qué os voy a contar, el subidón que sintió Antxon en esos momentos era indescriptible, me sentía como un ratón encima de un queso, ¡qué emoción!, ¡qué recuerdo más imborrable para contar a mis nietos y como colofón a una gran experiencia!
Y os preguntaréis, ¿quién era esa persona tan poderosa y tan bondadosa?, pues era ni más ni menos que el por entonces Arzobispo de Santiago, Don Antonio Mª Rouco Varela, hoy cardenal y presidente de la Conferencia Episcopal Española, persona que por lo general como bien conocéis, concita muy pocas simpatías, por la imagen de persona dura e inflexible que transmite, pero que como podéis comprobar, a veces las apariencias engañan, y como decía aquel castizo, ¡de muestra basta un botón!
al leer este articulo me recuerda las vivencias cuando llego yo al Castillo Javier. Sigue en esa línea!!!
ResponderEliminar¿ Cuando os disteis cuenta de quién era el ángel de negro?.
ResponderEliminarTus vivencias te han enriquecido, y espero que sigan haciéndolo, es un precioso bagaje que nos llenan y forman parte de nuestra vida.
El siguiente ¿ Para cuando?