Autores: Grupo Atzekoak
Increíble pero sucedió así.
Este fin de semana ha sido horrible. Todavía me sobrecogen las imágenes de la televisión japonesa NKH, cuando me dirijo a clase a reunirme con mi grupo. Al verles, rápidamente les pregunto:
- ¿Habéis visto la catástrofe de Miyagi?
- ¡Es terrible! -me contestan al unísono Itxaso e Igone. Todavía no ha llegado Maitetxu.
Antxon me señala diciendo: -todavía no ha terminado, pues hay riesgos en Fukushima.
-¿Qué riesgos?-preguntan Bernar y Naparra.
- Pues la central nuclear, que puede explotar.
-¡Cómo! -exclamo- ¿Como en Chernobyl?
En esto llega Maitetxu con cara de tristeza cuando normalmente es una “castañuelas”.
- Lo de Japón me ha impactado- dice mientras se sienta.
Va transcurriendo la mañana, cuando Naparra, que es el organizador del grupo, nos dice:
-Ahora se abrirán libros de condolencia por las víctimas, listas de donativos, envíos de ayuda de todos los países, pero a mí me gustaría ayudarles de otra manera.
Se ven tan serios y tristes -comenta Igone-
- Pero “dignos”-aclara Itxaso.
Bernar, que conoce el tema sanitario, propone que nos dirijamos a la Cruz Roja japonesa.
-¿Para qué? -preguntamos Antxon y yo- ¿Qué podemos hacer?
-Pues ir allí y ayudar en lo que podamos –dice “la castañuelas”.
- Menudo viaje –decimos los demás. Pero ya nos ha entrado el gusanillo que trabaja en nuestro interior mientras nos despedimos con un “hasta mañana”.
Esa tarde, pegado al televisor, voy conociendo ciudades y pueblos como Sendai, Kawamata, Natori, Futaba, todos al nordeste de Japón en el área de Miyagi.
Van llegando evaluaciones del desastre pero yo, que no veo más que casas, coches y barcos arrasados, pienso que las bajas tienen que ser muchas, porque solamente ver la fuerza del tsunami llevándose todo por delante, te pone la “carne de gallina”.
Ya me iba a acostar cuando me llama al móvil Antxón.
- Javier, mira el correo que es importante.
Con curiosidad entro en el correo y veo la nota de Naparra:
“He entrado en contacto con el embajador del Japón que se llama Takashaki, he ofrecido los servicios del grupo y, si estáis dispuestos, salimos el miércoles para Japón. No hará falta que llevemos mucha ropa porque allí nos darán buzos de trabajo. Mañana os daré más detalles. Un abrazo.”
Me ha dejado de piedra; “este tío” –pienso- ¿no estará de broma? La verdad es que no le veo la gracia pero ya me ha dejado intranquilo para toda la noche. Ansioso por conocer más detalles voy a clase inusualmente pronto. Nos reunimos todos, menos Naparra y veo que están nerviosos como yo y se hacen mil preguntas como yo me las hago.
- ¿A dónde vamos?
- ¿Para cuánto tiempo?
- ¿Qué vamos a hacer allí?
- Con eso de la radiación ¿Tendremos peligro?
Naparra se hace esperar y la tensión sigue en aumento.
- ¿Y quién pagará el viaje?
- ¿Y cómo será la estancia?
Bernar dice que será con la Cruz Roja japonesa. Antxón, más viajado que los demás, nos tranquiliza diciendo que allí, la gente es muy ordenada y seguro que todo lo tienen resuelto.
Yo les pregunto si han comentado algo en casa.
-Todos tenemos obligaciones –comenta Itxaso- pero, en un tema tan importante, tenemos que hacer caso de las prioridades.
Por fin, aparece Naparra que viene un poco acelerado y, sin dejar que le preguntemos, nos dice:
- Como ya os he adelantado por correo, he contactado con el Sr Fumiaki Takashaki, embajador del Japón en Madrid, diciéndole que somos un grupo de personas con experiencia en distintos campos y le ofrecí nuestra colaboración. Yo creía que esto no iría más lejos, pero resulta que me llama el secretario del embajador, un tal Kurosawa, y me dice que nos aceptan el ofrecimiento y que, viendo que somos alumnos de la UPV/EHU, nos van a juntar con otros grupos de las universidades españolas que también se han ofrecido y formaremos un equipo de 50 personas que irán a Miyagi.
Tenemos plaza reservada en el avión que sale de Bilbao a las 9:35 de mañana. Haremos escala en Frankfurt, donde nos juntaremos con los de las otras universidades, y allí nos esperará Yokiko Sakai que será nuestra intérprete y responsable del grupo. Ella tiene los billetes a Tokio y durante el viaje nos explicará los destinos y cometidos. Cuando lleguemos a Tokio, nos esperará en el aeropuerto, una delegación de la universidad de Sendai, encabezada por el Sr Tomoko Murakami.
No hará falta que el equipaje sea voluminoso, solamente lo imprescindible, pues en destino nos facilitarán todo lo necesario. Hay que entender que la precipitación del viaje se debe a que la urgencia es inmensa. Nos dan las gracias en nombre del pueblo y gobierno de Japón y nos hacen saber que tendremos su reconocimiento durante toda la vida. Y ya está. Eso es todo.
- ¿Cómo que ya está?, decimos todos
- ¡Ah!, se me olvidaba, –dice Naparra, nuestros billetes a Frankfurt están en el mostrador de Japan Airlines en Loiu, a mi nombre.
- Pero, ¿lo has confirmado? -pregunta Maitetxu
- Si, contesta Naparra, tenemos que estar mañana en Loiu, a las 8 de la mañana, ¿no queríais ayudar?, pues esta es la mejor ocasión. Además, sabía que no os ibais a echar para atrás porque os ha impactado tanto como a mí.
Nos quedamos todos sin saber qué decir. Por un lado, la precipitación y el riesgo que nos espera, nos ponen un poco nerviosos. Pero, por otro lado, nos encontramos en un momento de nuestras vidas en el que podemos aportar algo para ayudar a esas gentes que han sufrido una desgracia tan grande y eso nos llena de ilusión. Poco a poco se van relajando nuestros semblantes y aflorando unas sonrisas que indican que estamos dispuestos a emprender la aventura.
-Entonces, ¿mañana nos vemos en el aeropuerto?, pregunta Naparra.
- ¡Allí estaremos!- contestamos al unísono. Y casi sin despedirnos, nos vamos todos a preparar las mochilas.
A las 8 de la mañana, nos reunimos los siete componentes de la expedición, como habíamos quedado el día anterior, en el aeropuerto de Loiu. Durante el viaje hablamos muy poco. Creo que todos íbamos dándole vueltas al mismo tema, a lo que nos esperaba en nuestro destino y si habíamos hecho bien en embarcarnos en esta aventura
Cuando llegamos a Japón, nos enfrentamos al desastre. Por muchas imágenes que habíamos visto en la televisión, no imaginábamos que fuera tan fuerte como lo que teníamos delante. Yo quería cerrar los ojos y no ver nada, pues era horrible e inhumano ver tanta desgracia, pero pensé que era necesario acostumbrarse a ver estas cosas cuanto antes.
-El Sr Tomako Murakami- nos presenta Yokiko Sakai. Es un hombre de pelo cano, delgado, pero recio y que sonríe amablemente mientras Yokiko va explicando que es el Rector de la Universidad de Sendai, que va acompañado del claustro de profesores y que tiene el encargo del gobierno japonés de facilitarnos en lo posible, nuestra estancia en su país que, aunque herido, sigue siendo hospitalario.
Ruega que le acompañemos al “shinkansen” (así le llaman al tren Bala) que nos llevará a Fukushima, que será nuestro centro de operaciones. Sendai y su universidad han sido desalojadas por quedar incluidos en el circulo de la seguridad nuclear.
Ya en el tren, le preguntamos a Yokiko: por nuestro alojamiento. Será en un pachinko (salón de juegos). Por los problemas de los evacuados dice. A través de Yokiko, el Sr Murakami expone la situación:
Kawamata: está inaccesible por las grietas de las carreteras, puentes destruidos, desprendimientos…
Natori: a pesar de las casas destruidas, empiezan a funcionar los primeros autobuses.
Futaba: Es un amasijo de casas y coches y hemos tenido que evacuar 200.000 personas.
No tienen electricidad ni agua potable, hay pocos alimentos y las infraestructuras están destruidas. Están buscando a los desaparecidos y quieren iniciar los trabajos de reestructuración.
-¿Y la central nuclear cómo esta?, pregunta Antxon
Entiendo su preocupación dice Murakami, las noticias son confusas, pero el Gobierno nos remite notas de tranquilidad. Cuando lleguemos a Fukushima, tendremos noticias más exactas y desearíamos celebrar allí con Uds. una reunión de coordinación de tareas.
Cuando llegamos a Fukushima, nos dan tabletas de Yoduro de potasio, buzos antirradiación y mascarillas, todo con las instrucciones de uso.
¡Dios mío! ¿Dónde nos hemos metido?- exclama Itxaso
Antxon, Naparra y yo, junto con Yokiko, nos acercamos al Ayuntamiento, donde ya está Murakami con el alcalde Sr. Tochigi.
Tras las presentaciones y reverencias de rigor, nos plantean sus necesidades:
· En el tema sanitario, necesitan una persona que controle las necesidades de distribución de Kits de 1º asistencia, equipos de emergencia, medicinas, material quirúrgico, etc.
Les decimos que Bernar ha realizado esa función en un hospital para 200.000 habitantes, por lo que será la persona adecuada.
El Sr. Tochigi continúa enumerando otras necesidades:
· Control de comunicaciones
· Distribución de alimentos
· Planes de emergencia
· Atención a los niños
· Organización de recursos humanos
Mientras va hablando el Sr. Tochigi y recibo la traducción de Yokiko, voy pensando que les ha llegado bien la información que dimos a la embajada de Madrid.
Al acabar, nos juntamos los del grupo y Naparra empieza a adjudicar las funciones:
- Bernar, tú llevarás el control sanitario. Tendrás que trasladarte a los hospitales de campaña.
· - Itxaso, te instalarás en Osaki, al norte de Sendai y serás el engranaje de nuestras comunicaciones con Murakami, Tochigi, Sakai y entre nosotros.
· - Igone, tú irás al estadio de Fukushima, donde están 200.000 evacuados. Allá estarás con los sres. Higashine, Yomazawa, Iwaki y Nikko, asegurando la supervivencia de este gentío.
· -Javier: como eres un experto municipal en estos temas, te quedarás con Isozaki en el Ayuntamiento de Fukushima, coordinando los planes de emergencias.
· - Maite, a ti te toca una labor muy difícil, tienes que hacerte cargo de la atención de los niños en Natori.
· - Antxón, tu trabajo será más científico porque, en compañía del doctor Nasushiobara que estudió en el Opus de Pamplona, tendrás que evaluar las necesidades de suplementos alimenticios para las personas que han estado sometidas a radiaciones.
· Yo me quedaré con Murakami para seguir distribuyendo a los cooperantes de otras universidades.
Después de 10 días de trabajo casi continuado y con poco descanso me tomo un respiro y salgo a pasear por el parque de la universidad.
En estos días casi no nos hemos visto. Hemos comido de las raciones que mandaba Igone (agua, sopa y arroz). Sé que Maite está bien con los niños; por Itxaso me entero que Bernar no hace más que pedir más medicinas a Tokio. Parece que Naparra piensa que sería mejor abandonar la zona porque la contaminación radiactiva está aumentando peligrosamente y, sin embargo, Antxon es más optimista. Me acaba de llegar una nota suya:
“Estamos de acuerdo Nasushiobara y yo que todos los habitantes del aérea contaminada (de momento 1.350.000 h.) deberían tomar suplementos nutricionales a base de ácido alfa lipoico, aceites de pescado con bio-omega o aceites de semillas de salvia, cáñamo o maní de origen peruano. Además gamas completas de frutos y preparados cítricos y verduras crudas. También sería conveniente que tomaran multivitaminas y minerales. Así como proteínas de suero y aminoácidos. Hemos transmitido esta información a la Cruz Roja japonesa y la están evaluando”.
Cuando estoy leyendo la nota, aparece Maite que viene con muchas ganas de hablar. Me cuenta su experiencia con los niños:
-Hace 10 días que llegamos y han pasado en un voleo. Vine con mi nariz roja y mi maleta llena de ilusión para alegrar a los niños con mis cuentos y ha sido al revés. Estoy con once huérfanos, cinco niños y seis niñas.
El primer día nos sentamos en el suelo y empecé con mi Caperucita, Pulgarcito, el Gato con botas y todos callados me miraban con ojos tristes, hasta que Sakura (flor de cerezo) se acercó y me dijo:
-No te entienden, no son sus cuentos-. Y me lo estaba diciendo en nuestro idioma. Asombrada le dije- pero tú ¿cómo hablas cómo yo?
-Me enseñó mi abuela que murió el año pasado. ¿Cómo te llamas?
-Maite ¿y tú y los demás?
-Yo soy Sakura (la mayor), ésta Eriko, después Yuriko, Sayumi, Zaira, y los chicos Hiroto, Yuto, Souta, Yamato, Sho y Taito. Conforme los iba nombrando, se levantaban, me hacían una reverencia y se sentaban.
Tuve que corresponderle a cada uno y así aprendí a saludar como en Japón.
De nuevo Sakura me dijo que sus cuentos eran El buda de Madera, La boda de los Ratones, La grulla Agradecida y sobre todo TARO URASHIMA. ¿Quieres que te lo contemos?
-Sí –Le contesté y cuando me siento, empiezan a hablar uno a uno:
Primero Kaito –Había una vez un pescador muy pobre que se llamaba TARO URASHIMA, que vivía solo con su madre muy anciana y un día…
Continuó Yuto ……-que volvía del mar sin pescado y se encontró a unos niños que estaban en la playa dando patadas a una pequeña tortuga… y Yuriko, Hiroto y Sho golpeaban en el suelo mientras Sakura me iba traduciendo sus palabras; pero casi no hacía falta porque lo explicaban muy bien con su mímica.
Continúa Souta – -Al ver a la tortuga maltratada, TARO les dice:- os compro la tortuga y como no tengo dinero os doy mi camisa- Luego se metió en el agua y liberó al animal.
Volvió a casa triste, sin pescado para su madre y sin camisa pero ésta le dijo: -alegra esa cara que mañana traerás mucho pescado-.
Yo desde el suelo, veo que todos se saben el cuento y que no se confunden.
Sigue Zaira – (la más pequeña y con poquita voz) -al día siguiente TARO volvió a pescar y se encontró con una tortuga que le llevó al fondo del mar al Palacio del Dragón donde vivía OTOHIME hermosa princesa que le dijo a TARO: soy la tortuga de ayer y por salvarme te regalo estas tres preciosas cajas. Ábrelas cuando llegues a la playa.
Sayumi (mi princesita) me contó que TARO, al llegar a la playa, abrió las tres cajas:
- En la primera había dos alas blancas de grulla.
- La segunda estaba llena de humo blanco.
- La tercera contenía un espejo. Al mirarse en el espejo, TARO vio la imagen sonriente de su padre que le dijo:…
El mayor de los chicos, YAMOTO, siguió con voz grave: -Ponte las alas de garza que te llevarán donde hay muchos peces; péscalos para tu madre que se prepara para asarlos con el humo blanco.
Aunque no les entendía del todo, creo que los niños me decían que igual que TARO tendrían su espejo y sus alas para reunirse con sus padres.
Estoy muy triste porque mañana se llevan a mis niños a Osaka. Es por la radiación que va en aumento. Javier vinimos a dar y estamos recibiendo”.
-Este es un pueblo increíble- le contesté- pero es muy duro el no poder atender todas las necesidades que estamos observando. Se encoge el corazón. Nos despedimos y quedamos en juntarnos todos lo antes posible.
Son las 10 de la noche y estamos en el Ayuntamiento de Fukushima, en el 4º piso. Nadie se va a casa, bueno el que tiene casa. Estoy agotado. Me siento al lado de Arata Isozaki, al que conocí en Bilbao, cuando hizo las torres. Desde nuestro ventanal, vemos a lo lejos el fulgor del incendio de la central. Tenemos los datos de verdad, los no oficiales:
La radiación según, el e-mail de MuraiKauri, es de 161 microsiervent por hora, 1600 veces más de lo habitual. Parece que Naparra estaba en lo cierto. Le miro y pienso:
¿Era totalmente necesaria o sólo fue un negocio? Ahora ¿qué hacemos con la gente, con los campos, con sus vidas, si todo está contaminado, destruido, roto?
-Llevamos 10 días de desescombro en Sendai, Natori, Soma y todavía no hemos conseguido nada,- le comento.
-Las carreteras siguen rotas, el agua contaminada, las casas son un amasijo de maderas y no encontramos supervivientes ni cadáveres. ¿Dónde están?
-Se los llevo el Tsunami,- me contesta y prosigue:
-Pienso en el futuro y creo que tendríamos que abandonar esta región que seguirá destruida, contaminada durante muchos años. Sin embargo, cuando ves a la gente que busca los restos de su casa, su jardín, su pueblo, te das cuenta que son parte de esta tierra, que son de aquí como el árbol que soporta 2 coches sobre su copa.
-Pero quedarte ¿a qué precio? Lucha, trabajo, esfuerzos y todos los días miedo, miedo de esa radiación que no se ve pero que te va minando por dentro-. E insisto -¿Qué hacemos con los niños?
Su mirada es tan triste cuando me contesta- ¡no lo sé!- que me abrazo a él con todas mis fuerzas.
De pronto noto un sudor que me recorre todo el cuerpo y me sobresalta un zarandeo. Oigo a mi mujer que me dice:
-Javier ¿Qué te pasa?, estás muy inquieto.
Abro los ojos y contesto ¡SOÑABA!
Estoy en clase, en la última fila como siempre. Miro a mis compañeros y les pregunto:
-Son imaginaciones mías o ¿hemos estado en Miyagi?
Itxaso e Igone, dándose la vuelta en sus asientos, me echan una sonrisa y me dicen:
-¿Tú qué crees?