Josefina y el Conde Honorio
Firma: El Conde Honorio
Ilustración: Blogmaníaco Manuel Félix
Cuentan que un día de otoño con neblina se acercó al cementerio Josefina, una joven muy fina.
Una atracción especial hizo dirigir sus pasos hacia la tumba de sus padres.
Mientras caminaba, la tarde iba cayendo y la espesa neblina lo cubría todo. La hojarasca crujía bajo sus pies y un intenso haz de luz la dirigía hacia la tumba.
Mientras depositaba un ramo de flores sobre la tumba, su imaginación le hizo recordar los numerosos e intensos momentos felices que había compartido con ellos y el amor recibido.
Autor de la ilustración: blogmaníaco Manuel Félix |
De repente, se desencadena una fuerte tormenta que la obliga a dirigirse hacia la puerta mientras los relámpagos se reflejan en las tumbas. Al llegar a la entrada y ante su asumbro, la puerta estaba cerrada...
Superado el primer momento de desconcierto, se refugió en un gran panteón cercano. En eso que estaba pensando en cómo salir del cementerio, cuando oyó una voz que salía del interior del panteón:
- Hola, Josefina, qué feliz me haces con tu visita. No te asustes, yo fui en vida el Conde Honorio, y no he recibido visita alguna desde mi muerte.
- No te preocupes, Honorio: De ahora en adelante, cada vez que venga te visitaré.
Honorio, muy emocionado y en agradecimiento, le indicó que había otra salida para abandonar el cementerio.
Josefina nunca más visitó al Conde Honorio. Y es que el Conde Honorio fue tan pobre de amor que lo único que tuvo en vida fue su dinero. Ahora llevará ese peso durante toda su eternidad.
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