Hoy he querido traeros un cuento mínimo de la Antología de Cuentos e Historias Mínimas (Siglos XIX y XX), editado por Miguel Díez R. y publicado por Espasa Calvé en 2002.
Esta edición recopila 33 cuentos y 42 historias mínimas de "los autores más representativos del género en ambos siglos"... Sin embargo, no he podido encontrar más que a cinco mujeres:
- Katherine Mansfield, con "La mosca"
- Consuelo Garrido y su "Ladrón de sábado" (desarrollado posteriormente por Gabriel García Marquez)
- Concha Fernández González con "Áspero abrazo"
- Ana María Matute con "El árbol de oro" y "El niño al que se le murió el amigo"
- y...
Pues no, solo cuatro. Cuatro autoras en 75 obras de los siglos XIX y XX... ¿son invisibles las autoras literarias?
Fuente de la imagen: Linde5 - Galería de las letras |
Aquí os dejo el cuento mínimo escrito por la gran Ana María Matute:
El niño al que se le murió el amigo
Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre:
-El amigo se murió.
-Niño, no pienses más en él y busca otros para jugar.
El niño se sentó en el quicio de la puerta, con la cara entre las manos y los codos en las rodillas. «Él volverá», pensó. Porque no podía ser que allí estuviesen las canicas, el camión y la pistola de hojalata, y el reloj aquel que ya no andaba, y el amigo no viniese a buscarlos. Vino la noche, con una estrella muy grande, y el niño no quería entrar a cenar.
-Entra, niño, que llega el frío -dijo la madre.
Pero, en lugar de entrar, el niño se levantó del quicio y se fue en busca del amigo, con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj que no andaba. Al llegar a la cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó buscándole toda la noche. Y fue una larga noche casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos. Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed, estiró los brazos y pensó: «Qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no sirve para nada». Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con mucha hambre. La madre le abrió la puerta, y dijo: «Cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto ha crecido». Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy corto.
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