Un día así es imposible no caer en la tentación de gastarse unos dineritos en alguno de tantos libros que sacan de paseo en puestos, tenderetes y galerías callejeras. Este año no he podido resistirme a comprar la Antología General de Pablo Neruda, edición conmemorativa publicada por la RAE y la Asociación de Academias de la Lengua Española este mismo año.
Me ha resultado muy difícil elegir un poema para publicarlo aquí, he estado dudando entre varios, como por ejemplo:
Oda a Federico García Lorca, que comienza así:
Si pudiera llorar de miedo en una casa sola,
si pudiera sacarme los ojos y comérmelos
lo haría por tu voz de naranjo enlutado
y por tu poesía que sale dando gritos
O esta tan maravillosa, SER, que comienza de esta manera tan sugerente:
Soy de anteayer como todo rumiante
que mastica el pasado todo el día.
Y qué pasado? Nadie
sino uno mismo, nada
sino un sabor
de asado y vino negro callado
para unos,
para otros de sangre
o de jazmines.
Pero me voy a quedar con esta, por su cercanía a las Nanas de la Cebolla de Miguel Hernández:
Oda a la cebolla
Cebolla
luminosa redoma,
pétalo a pétalo
se formó tu hermosura,
escamas de cristal te acrecentaron
y en el secreto de la tierra oscura
se redondeó tu vientre de rocío.
Bajo la tierra
fue el milagro
y cuando apareció
tu torpe tallo verde,
y nacieron
tus hojas como espadas en el huerto,
la tierra acumuló su poderío
mostrando tu desnuda transparencia,
y como en Afrodita el mar remoto
duplicó la magnolia
levantando sus senos,
la tierra
así te hizo,
cebolla,
clara como un planeta,
y destinada
a relucir,
constelación constante,
redonda rosa de agua,
sobre
la mesa
de las pobres gentes.
Generosa
deshaces
tu globo de frescura
en la consumación
ferviente de la olla,
y el jirón de cristal
al calor encendido del aceite
se transforma en rizada pluma de oro.
También recordaré cómo fecunda
tu influencia el amor de la ensalada
y parece que el cielo contribuye
dándote fina forma de granizo
a celebrar tu claridad picada
sobre los hemisferios de un tomate.
Pero al alcance
de las manos del pueblo,
regada con aceite,
espolvoreada
con un poco de sal,
matas el hambre
del jornalero en el duro camino.
Estrella de los pobres,
hada madrina
envuelta en delicado
papel, sales del suelo,
eterna, intacta, pura
como semilla de astro,
y al cortarte
el cuchillo en la cocina
sube la única lágrima
sin pena.
Nos hiciste llorar sin afligirnos.
Yo cuanto existe celebré, cebolla,
pero para mí eres
más hermosa que un ave
de plumas cegadoras,
eres para mis ojos
globo celeste, copa de platino,
baile inmóvil
de anémona nevada.
y vive la fragancia de la tierra
en tu naturaleza cristalina.
- Ms. Isla Negra, 31.12.1953 / Odas elementales, 1954
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