24 abr 2010

El Día del Libro he vuelto a casa con la Antología de Neruda


Un día así es imposible no caer en la tentación de gastarse unos dineritos en alguno de tantos libros que sacan de paseo en puestos, tenderetes y galerías callejeras. Este año no he podido resistirme a comprar la Antología General de Pablo Neruda, edición conmemorativa publicada por la RAE y la Asociación de Academias de la Lengua Española este mismo año.

Me ha resultado muy difícil elegir un poema para publicarlo aquí, he estado dudando entre varios, como por ejemplo:

Oda a Federico García Lorca, que comienza así:

Si pudiera llorar de miedo en una casa sola,
si pudiera sacarme los ojos y comérmelos
lo haría por tu voz de naranjo enlutado
y por tu poesía que sale dando gritos


O esta tan maravillosa, SER, que comienza de esta manera tan sugerente:

Soy de anteayer como todo rumiante
que mastica el pasado todo el día.
Y qué pasado? Nadie
sino uno mismo, nada
sino un sabor
de asado y vino negro callado
para unos,
para otros de sangre
o de jazmines.

Pero me voy a quedar con esta, por su cercanía a las Nanas de la Cebolla de Miguel Hernández:

Oda a la cebolla
   Cebolla
   luminosa redoma,
   pétalo a pétalo
   se formó tu hermosura,
   escamas de cristal te acrecentaron
   y en el secreto de la tierra oscura
   se redondeó tu vientre de rocío.
   Bajo la tierra
   fue el milagro
   y cuando apareció

   tu torpe tallo verde,
   y nacieron
   tus hojas como espadas en el huerto,
   la tierra acumuló su poderío
   mostrando tu desnuda transparencia,
   y como en Afrodita el mar remoto
   duplicó la magnolia
   levantando sus senos,
   la tierra
   así te hizo,
   cebolla,
   clara como un planeta,
   y destinada
   a relucir,
   constelación constante,
   redonda rosa de agua,
   sobre
   la mesa
   de las pobres gentes.

   Generosa
   deshaces
   tu globo de frescura
   en la consumación
   ferviente de la olla,
   y el jirón de cristal
   al calor encendido del aceite
   se transforma en rizada pluma de oro.

   También recordaré cómo fecunda
   tu influencia el amor de la ensalada
   y parece que el cielo contribuye
   dándote fina forma de granizo
   a celebrar tu claridad picada
   sobre los hemisferios de un tomate.
   Pero al alcance
   de las manos del pueblo,
   regada con aceite,
   espolvoreada
   con un poco de sal,
   matas el hambre
   del jornalero en el duro camino.
   Estrella de los pobres,
   hada madrina
   envuelta en delicado
   papel, sales del suelo,
   eterna, intacta, pura
   como semilla de astro,
   y al cortarte
   el cuchillo en la cocina
   sube la única lágrima
   sin pena.
   Nos hiciste llorar sin afligirnos.

   Yo cuanto existe celebré, cebolla,
   pero para mí eres
   más hermosa que un ave
   de plumas cegadoras,
   eres para mis ojos
   globo celeste, copa de platino,
   baile inmóvil
   de anémona nevada.

   y vive la fragancia de la tierra
   en tu naturaleza cristalina.


- Ms. Isla Negra, 31.12.1953 / Odas elementales, 1954


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