En algún curso de bachillerato, a finales de los 60, nos pusieron de maría una asignatura que venía a ser “repaso de lengua”. La daba un cura encapotado que llegaba a clase en olor de multitudes, con los alumnos esperándole a la puerta para aclamarle y jalear frases de alabanza.
En las
sesiones de repaso repetía y tripitía siempre los mismos ejemplos,
las mismas frases modelo. “Oración concesiva. Aunque la mona
…”
El
ambiente de clase era participativo a tope, así que los alumnos, en
cuanto oíamos aquello de la mona montábamos un follón mayúsculo
coreando como energúmenos “se vista de seda, mona se queda”.
Luego con aplausos y vítores le hacíamos ver que habíamos
acertado, golpeábamos los pupitres con los puños y brincábamos de
alegría sobre los asientos. Eran, sin duda, clases de gramática
viva.
Cuando la
bulla se apaciguaba, le decíamos a aquel catedrático ensotanado
que con él aprendíamos más que con otros, que era un santo y que
nos bendijera. Y vuelta a empezar.
A veces
las frases lanzadera tardaban en llegar y éramos los de letras los
que dinamizábamos la sesión con un sinfín de preguntas trampa.
Un día
nos salió el tiro por la culata. Ocurrió mientras corregíamos un
dictado en que aparecían “cabos de pies cavos” y gansadas
así. El cura, investido de todas la ciencias gramaticales, vagaba
por el aula pavoneándose de saber diferenciar entre “vaca”
que da leche y “baca” de autobús.
Pero
cometió un desliz. “No es lo mismo baca con be, que vaca con
uve. Tengan mucho cuidado, las dos (?)acas son distintas según se
escriba”.
Los
alumnos que estábamos en el turno de incordio no podíamos dejar
escapar una ocasión de oro. “Yo no sé escribir eso”,
dijo alguien. “¿Las dos (?)acas esas, dichas a la vez, con qué
se escribe, con be o con uve?
Nos
fulminó con la mirada y luego nos habló de la imposibildad de
referirnos a las dos vacas a la vez. Pero el alumno erre que erre:
“Claro, es que usted dice Las dos (?)acas no existe porque no
puede existir. Es un ser imposible y no se puede decir. Pero lo dice.
Lo hemos oído todos”.
Terciaron
otros: “¿Qué no se puede decir? ¡Si estáis venga decirlo!
Será que no se puede escribir”. “¿Y qué pasa con lo de los dos
(?)arones? ¿Se puede decir, se puede escribir o no?”.
El
enviado de Dios al aula ya no pudo atajarlo, entró en estado de
pánico y tuvo que recurrir a la intercesión de santos y al sistema
de castigos. Fue el día de la ira del señor. El día en que alguno
de letras acarició con su mejilla una mano de santo.
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Ortografia emmental, de Ángel U.
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