Autor: Luis Recarte
Fuente: mercadolibre |
Con su aparato de radio en una mano y la jaula de sus canarios en la otra, el funcionario árabe Sami Hadawi abandonó su casa. Se negó a creer, la noche del Reparto, en la marcha de los ingleses. Se equivocó. Los ingleses se iban. Y él también. Dirigió una última mirada sobre los arriates de flores de su jardín y el montón de arena donde reposaban aún los juguetes de sus hijos. Luego, sin volver la vista, se dirigió, con pasos rápidos, hacia la ciudad vieja, donde lo esperaban los suyos.
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La radio permanentemente en una mano, a fin de no perderse nada de lo que estaba a punto de suceder, y sus canarios enjaulados en la otra, Sami salió de su hogar. No estaba convencido, la noche del Reparto, de que los ingleses abandonaran su tortuosa presencia en patria de sus antepasados, pero era cierto, los ingleses se marchaban.
Recorrió con su mirada, por última vez, las hermosas flores de su cuidado jardín, el rincón donde se amontonaban los juguetes de sus hijos, y con paso firme se dirigió hacia la parte antigua de la ciudad, donde sus correligionarios le esperaban.
Referencia:
Lapierre, D., Collins, L. (1982). Oh, Jerusalén. (trad. original: Oh, Jerusalem, 1971). Barcelona: Plaza & Janés
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