De sus Obras Completas (6ª edición), Madrid, Aguilar, 1949, pp. 1013-1014, apartado “Casus ablativus: en, con, por, sin, de, sobre la inauguración de la línea completa del ferrocarril del norte de España”.
Gustavo Adolfo Bécquer realiza el viaje inaugural del ferrocarril del norte, que uniría Madrid con Paris.
En agosto de 1864 cubrió en tren este viaje como comentarista del diario “El Contemporáneo”, y el artículo que se publicó refiere algunas descripciones del paisaje del Guipúzcoa por donde atravesó el ferrocarril, y que llamaron su atención.
Escribe Bécquer:
“De Olazagoitia a Beasain.- Cojase una caja de juguetes alemanes o suizos, de esas que venden en casa de Sckrok, y que son el sueño de oro de los muchachos; una de esas cajas que dejan ver, al levantar su blanca cobertura, todo un mundo de animalitos, casas, árboles, peñas y figuras de aldeanas, con sus trajes azules, amarillos y rojos, mezclado y confundido en caprichosa evolución sobre una capa de musgo verde. Colóquese primero el campanario en el valle, los chalets con sus barandas de madera y sus pisos volados, en el ribazo del monte; muchos árboles por acá y por allá, y las cortaduras; en un termino unas vaquitas; en otro, un puentecito y verdura, un mar de verdura que contenga todos estos objetos, se coloca arriba; y el pueblecito, que estaba arriba, abajo; los árboles que se veían allá, aquí. Y así se sigue trastornándolo todo y combinando, de mil modos distintos, la misma torre con los mismos caseríos, sobre las mismas hondonadas y las mismas eminencias, siempre sobre el idéntico fondo de verdura, como se combinan los objetos y colores en un calidoscopio, y se tendrá una idea muy aproximada de los que son las Provincias vistas al paso desde las ventanas del coche…
Desde que se abandona Olazagoitia hasta llegar a Beasain, se vive como Proserpina, según la relación de las fabulas mitológicas: la mitad del tiempo, sumido en las sombras de las entrañas de la tierra, la otra mitad, gozando de la luz del sol en la superficie. Atravesamos una verdadera cordillera de montañas. Se sale de un túnel para entrar en otro. Yo he contado en este trayecto hasta veintitantos, y después he perdido la cuenta. Donde no se ha horadado la roca para atravesar una altura, se ha levantado un puente para salvar un precipicio. Por un lado y otro del coche se ven las antiguas sendas que suben y bajan serpenteando lenta y trabajosamente alrededor de los montes y los valles, siguiendo sus vueltas, sus ondulaciones y sus caprichos, para enlazar unos con otros los pueblos, mientras el tren corre con una carrera frenética a lo largo de la vía, derecho su camino, salvando los obstáculos, desafiando las contrariedades, rompiendo las vallas que puso la Naturaleza a la osadía de los hombres….”
Fuente: LO “VIZCAINO” EN LA LITERATURA CASTELLANA.-
Por P. Anselmo de Legarda
Biblioteca Vascongada de los Amigos del País. San Sebastián 1953
Fuente: Articulo del periódico “Diario Vasco” de San Sebastián, del 17 de febrero de 2007, en la sección
Y dice:
"Heme aquí en San Sebastián, traído y llevado por las oleadas de la multitud, sin saber de que forma valerme para proseguir apuntando mis impresiones. ¡Son tantas las cosas que a la vez reclaman mi atención¡ ¡Tantos los objetos que a un tiempo hieren mis ojos!
Aquí un altar, con un sacerdote revestido de las capas pluviales, sus cantos religiosos y sus incensarios que despiden columnas de humo perfumado y azul.
Allá un dosel de oro y terciopelo, grandes uniformes, bandas rojas y azules, placas de brillantes, todos los esplendores de la monarquía y la Marcha real que llena el viento de sus acordes majestuosos.
En medio, la locomotora empavesada que bufa contenida como un corcel fogoso sujeto por el jinete.
Luego, una multitud inmensa de colores abigarrados que acude por todas partes y se apiña en torno al lugar de la ceremonia.
Al fondo, el puerto con su bosque de mástiles empavesados con banderas de todas las naciones; el castillo, que saludó a las majestades del cielo y de la tierra con sus formidables bocas de bronce; la ciudad, que se extiende al pie de la montaña; las campanas, que voltean ruidosas y alegres, y, por ultimo, el mar inmenso…
Estoy completamente mareado.
Después del banquete ha habido regatas; después de las regatas, la visita de su majestad a la iglesia de Santa Maria, y vivas y música, y cohetes voladores; en seguida ha partido el tren real, y a la media hora el de los convidados que continúan hasta Paris.
No se a cuantas personas notables he visto (…).
Y no han parado aquí, sino que acto continuo ha comenzado la iluminación y los fuegos de artificio, y el baile, que se ha prolongado hasta las tantas de la noche”.
Dos crónicas que ponen en relación al escritor Bécquer, famoso por sus poesías y rimas, pero desconocido como prosista, con la ciudad de San Sebastián del siglo XIX y con la descripción que hace del paisaje que atraviesa el ferrocarril al internarse por la escarpada orografía del macizo de Aitzkorri.
Recopilación de Arantza Bereciartua
La recopilación es interesante pero me gustaría dar una recomendación. El tamaño de la letra convierte la lectura en una especie de tortura. Es fundamental que si quieres que te lean, utilices tipos más grandes.
ResponderEliminarsaludos y...¡suerte!
Ya está, ¡solucionado!
ResponderEliminarEspero que así lo podáis leer más cómodamente.
¡Saludos!
Cómo suena Olazagoitia (actual Olazti, mi pueblo de adopción) en la pluma del insigne Gustavo. Qué pena que no hubiera pasado por Urdiain, que está a tiro de piedra, pero dirección Iruña.
ResponderEliminarEs cierto lo de los veintitantos túneles? Hace 40 años que no paso por ahí en tren, pero no me parece que hubiera tantos....
Me ha hecho ilusión leer este artículo. Gracias colegas.