"Viajar significa aprender a vivir"
- dicho touareg-
El desierto es el paisaje abstracto y monocromo del Día Anterior de la Creación. Por eso nos subyuga y nos aterra por igual. Es el lugar de los "isimos"; su extensión, aunque todo él quepa en un palmo, sus arenas, sus temperaturas, su sequedad, su inmutabilidad: su tiempo es el tiempo eterno en que nada cambia, está parado en la estación "términus", fuera de las cuatro estaciones que nos son familiares y que musicó Vivaldi. El Sáhara es el desierto más grande del mundo y en el que todos los tipos de desierto están representados, Situado en la mitad norte de Africa,ocupa un tamaño equivalente a toda Australia. Son pocos los hombres y animales que se adaptan a su entorno y son nómadas; "viajar significa aprender a vivir".
Los tuareg del Sahara son llamados también "los hombres azules" pues el azul índigo de su ropaje les deja la piel teñida de ese color. Parte del turbante les tapa la cara para protegerse del sol, del viento y de las arenas. No así sus mujeres, que, siendo musulmanas, no lo llevan.
Dicen los tuareg que Dios creó las tierras fértiles y con abundante agua para que los hombres vivieran y el desierto para que conocieran su alma.
En pleno centro del Sahara, en el vértice formado por el Sur de Argelia, NE de Mali y NW de Nigeria, se encuentran las montañas del Adrar des Ifforas y cerca, al SW las Cuevas de Tassili´n Haggar, cuyos pinturas prehistóricas dan fe de la vida que tuvo el Sahara antaño. Esos mismos bereberes, habitantes del desierto argelino fueron los que hace mil años entraron a oleadas a la península ibérica. Y nos dejaron, entre otras muchas cosas, la palabra ADRAR, que, según el diccionario, significa "Repartir las aguas para el riego".
Un canto tuareg recuerda "escucha el viento, es el Sahara que llora, quiere reverdecer". Hacia el este del Sahara, en el vértice de Egipto, Libia y Sudán, se encuentra Gilf el Kebir, con las Cuevas de los Nadadores del Desierto, descubiertas por Almasy en 1934. Al verlas, señalaba "podemos asegurar que el Sahara no ha sido siempre un mar de arena y rocas sin vida, como hoy lo contemplamos". En un periodo que va de 10.000 a 5.000 años antes de nuestra era, el Sahara recibió grandes lluvias y hubo lagos del tamaño de Alemania y grandes rios; fósiles, pinturas prehistóricas, cauces secos de ríos, canciones tradicionales y palabras renovadas en castellano nos recuerdan un pasado lejano y extraño en que el Sahara fue un vergel.
"Dios creó el desierto para que fuera la sombra de su creación"
En el desierto, para explicarnos algo, tenemos que ir al principio, y al principio, el alma viajaba por el desierto a lomos del sonido. ¿Y cómo? Con el viento, con el agua al subir por el pozo, con el caer de la lluvia, puro milagro, con el palpitar del corazón, el frufrú de las palmeras, el canto del pájaro, el del grillo, el zumbido del insecto, el ladrido del perro, el relincho, el barritar; es el sonido el idioma que nos comunica con la naturaleza y por ende, con Dios. Por eso, la música más primitiva es un eco, un diálogo con la naturaleza y así se aprendió a comunicar con Dios.
El habla, sin embargo, fue necesaria para ocultarnos y protegernos con ella. Como la cebra se guarda en sus rayas y la girafa en sus manchas. Es nuestro sentido más camaleónico, nos distingue y nos oculta por igual, según queramos. Y con el habla y la música, por fin, pudimos comunicar con Dios y dejar que nos hablara.
Si escuchamos esta música del desierto (MAJID BEKKAS "DAYMALLAH" y ROKYA TRAORE "LAIDU") veremos que podemos apreciarla no sólo con el oído sino que nos llega al alma a través de todos los sentidos : es dulce, y la paladeamos con placer, es fuerte y tierna y nos acaricia el corazón y temblamos, es brillante como los ropajes y ajorcas de los nómadas y nos acerca los aromas del desierto. Es una música que nos transporta a la alegria, y el descanso del final de una dura jornada en el desierto igual que la de ayer, la de antaño, la de hace cientos de años, en la misma rueda de la vida y nos mueve y llega hasta aquel lugar que nos conecta con nuestro ser más primitivo y antiguo.
Resulta muy poético y sugerente, bello incluso, pero desde la distancia.
ResponderEliminarEl desierto es más bien ésto, Ana Luisa:
"El veneno de los alacranes, el silencio devastador.
El pavor de la nada en este lugar de espanto.
Aquí, el silencio mira frente a frente.
Aquí, es todo arena.
Aquí está el tiempo en arena convertido
En sus páginas de arenas rojas vive el espanto,
buscando una ventana para fugarse de la muerte".
Eso sí, la música preciosa
Juanmari
Estoy de acuerdo con JuanM.El desierto debe ser poético, precioso...pero para poco tiempo.De hecho, según AnaL.un canto tuareg dice "escucha el viento, es el Sahara que llora,quiere REVERDECER".Hoy en día, luchamos contra la desertización de la tierra, lo consideramos una desgracia, pero la humanidad se adapta a las circunstancias y es capaz de ver belleza en todas partes, ahora, si pudieramos llevaríamos agua al Sahara y haríamos crecer de nuevo el vergel que fue; o no?.
ResponderEliminarAna Luisa,has hecho un bonito trabajo, gracias.
Ana,me ha gustado mucho tu trabajo. El desierto a mi me sugiere misterio, belleza pero a la vez miedo.En un viaje a Marruecos dormimos en una duna, y tuve que hacerme "la valiente" para estar "a la altura" pero no pude disfrutar. Tienes mucho que enseñarnos, Ana.
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