Autor o autora: Rotter
1º curso de Ciencias Humanas
En mi ya lejana infancia, época en que los estímulos externos a la imaginación eran más bien escasos, la lectura me supuso una ventana abierta a un mundo en el que podía soñar sin más límites que mi propia fantasía.
Pasado el tiempo, en alguna ocasión, sentí la necesidad de reflejar mis propias fantasías, mis propias ilusiones, de recrearme en mis propias quimeras. Ello me llevó a incipientes intentos, a experimentos dispersos, a conatos naufragados sin remedio en el mar de mi inconstancia.
Pero quedó para siempre en mi interior la sensación de libertad, el horizonte sin límites que proporciona la palabra escrita. Sin corsés de ningún tipo. La palabra por la palabra, más allá de su acepción escueta, de su ortografía incluso. Sugerente a veces por su sonido, por su ubicación o por su transgresión.
Hubo otro momento en mi vida. Este ya en la juventud plena. En mi interior bullían infinidad de emociones, entusiasmo, incluso congojas. Necesitaba expresar mis experiencias vitales, mis inquietudes sociales, mis aspiraciones…
Y además… llegó el amor.
En esas “me encontraba una noche contemplando las estrellas” (parafraseo al gaucho Martín Fierro), cuando comencé a hilar palabras, lentamente al principio, a borbotones más tarde, incontenibles después.
Allí frente a mí, roja en la penumbra, mi máquina de escribir permanecía expectante, con la mirada cómplice de quien se sabe compañera inseparable…
¡Qué "katxondo" eres Rotter!
ResponderEliminarMe encanta tu forma de ser, y encima me parece que cocinas bien.
Un abrazo