23 oct 2013

Nuevas leyendas mitológicas para la noche de los difuntos... La Reunión

La Reunión

Autores:
Pilar Esteban
Iñaki Ugalde
Eugenio Bretón
Karmele Etxeberria
Juan Ramón Maritxalar
Ilustradores:
Blogmaníacos Javier y Pablo


En las faldas de la sierra, el poblado se prepara para la celebración del Día de las Árimas.

Mari, una joven de la aldea, se preparaba, pues esa tarde-noche se celebraba la fiesta que consistía en bailar y danzar alrededor de la lumbre, cantando e invocando a las ánimas. Pensaba ponerse una túnica hecha de hojas de panochas de maíz, y en el pelo, que llevaría suelto, una corona de castañas, avellanas y pensamientos.

Estaba pensando en ello cuando vio cómo un grupo de gallinas correteaban desorientadas por el prado. Una de ellas, que sorpresivamente estaba desplumada, le cantó:

- Acércate a la sima de la montaña antes del anochecer....

Mari siguió con los preparativos de la reunión de la noche, que iba a ser importante pues llegaban muchas mujeres y doncellas de los vecindarios. Además, el gallo cantó temprano esa mañana de manera prolongada anunciando buenos augurios. El sonido de las esquilas de los carneros indicaba que esta noche habría una gran luna.

Llegado el atardecer, la curiosidad la lleva a la sima, allí se encuentra una mujer que le avisa de que lleva puesto el traje de hojas de maíz. Tal vez en las revueltas enfurecidas alrededor del fuego podría este propagarse de unas a otras y convertir la fiesta en una orgía desgraciada.

Autores de la ilustración: los blogmaníacos Javier y Pablo


Mari regresó a la aldea pensativa; no obstante, decidió no dar importancia al aviso y siguió adelante.

El gran fuego ardía en el centro y la gente comenzaba a acercarse y dar vueltas. Transcurrió el tiempo y no ocurrió nada, todos lo pasaban bien danzando, cantando, sonando los panderos y los gritos. La luna resplandecía espléndida.

Pero, en un momento, surgió una brisa que ocultó la luna y de las llamas saltaron chispas y briznas que prendieron los vestidos. Aquello terminó en una gran orgía de gritos, brincos, alaridos, y no felices precisamente.

En la sima, la señora observó lo sucedido moviendo rítmicamente la cabeza.


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