4 dic 2012

Las brujas desnudas

Autor: Javier Odriozola
1º de Ciencias Humanas

Biescas se preparaba aquella noche para celebrar al día siguiente su fiesta mayor.
La "Feria de Otoño" siempre ha sido la feria de ganado más importante del valle de Tena  y el pueblo se vestía con sus mejores galas para celebrarla.

En la plaza, los titiriteros de Binefar alegraban la fiesta con su música y  sus volatines, mientras en  los soportales del ayuntamiento un grupo de gente escuchaba con atención las bonitas historias del reino de Aragón que contaba una vieja contacuentos.

No pude evitar acercarme y escuchar el relato de esta bonita leyenda que nunca olvidare:

Cuentan que en el pequeño pueblo de Olson, en el Sobrarbe aragonés, un hombre se despertó súbitamente por que en la mitad de la noche, oyó ruidos en su casa.
Se levantó y  vio  en la cocina de su casa a doce mujeres desnudas, que se untaban con una crema y comentaban que aquella noche iban a hacer el mal. El ungüento les serviría para volar. Recitaban a coro: "Por las montañas de Ricóallosa, a Tolosa; ir y volver en tres cuartos de hora".


El buen hombre  se escondió como pudo hasta que las mujeres salieron volando por la ventana para llevar su maleficio, según comentaron, a un niño recién nacido.
Entonces se levantó, buscó el ungüento mágico y se untó como las brujas, pero pidió un cuarto de hora de tiempo en lugar de tres. Así es como adelantó a aquellas mujeres que volaban sobre la escoba. 


Se adelantó a ellas y llegó a tiempo de prevenir a los familiares del niño al que se proponían hechizar, los cuales le protegieron con una estampa religiosa. Después, de regreso a su casa, el hombre puso otro santo sobre la ropa de las brujas, para que cuando volvieran no pudieran vestirse.

Desde entonces las doce brujas quedaron condenadas para toda su vida, a volar tan solo cubiertas por el ungüento que se daban para volar y al llegar el día a permanecer escondidas.


Al escuchar el final de la historia, mi rostro reflejó una sonrisa que no le hizo mucha gracia a la vieja contacuentos.

"- No se ría señor,"  - me dijo en tono serio, - "debería saber que la leyendas son realidades virtuales de esos mundos paralelos, en los que nuestra falta de sensibilidad nos impide penetrar".

No entendí muy bien lo que me quiso decir aquella mujer pero esa noche no pude evitar mirar al cielo para ver si aparecían las doce brujas volando por el cielo estrellado de ese bonito pueblo pirenaico llamado Biescas.

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